domingo, 5 de octubre de 2008

(Entre Letras) El Sueño

Me gustaría contar algo. Pero no sobre mí, ni sobre mi vida, ni sobre la vida de nadie. Quiero contar algo que nadie haya contado nunca. Una historia universal, que hable del mundo. Aunque no sé cómo hacerlo. Tal vez contando una historia sobre algo pequeño, podré hablar sobre todo, el mundo, el tiempo, la vida... Una historia de una piedra...

Sueño, estoy soñando: sueño que soy una piedra. Una piedra en el bosque, entre la hiedra. Y me rodean compañeras piedras: rocas, areniscas, cuarzo y... "cantos rodaos". Soy una piedra inmersa en una eterna calma, en la inmensidad del murmullo silencioso de las piedras.

Sólo el río se comunica conmigo, lamiendo mi lado derecho con su lengua refulgente de vida.

Y espero ¿a qué? No lo sé, pero sólo puedo esperar. Las piedras sólo pueden esperar. Y mientras espero, pienso. No sé en qué, pero pienso. Me doy cuenta de que las piedras tienen vida, porque pienso, y soy piedra. Tengo vida.

Una hoja se suelta de la rama del árbol que la dio cobijo y se deja caer, se deja llevar por el viento. Y yo la miro. Y deseo que caiga en mi, que me roce y que con ese roce me explique toda su existencia.

Pero el viento me la arrebata y roza a una piedra vecina, un feldespato. ¡Qué afortunado el feldespato! Le envidio.

Y sigo esperando. A otra hoja, a una libélula, no sé. Espero. La vida de las piedras es aburrida, muy tranquila, eso sí, pero aburrida. Sólo se puede pensar y esperar. Así que espero.

De repente, una castaña madura cae y me golpea, contándome toda su existencia. No duele, pero molesta. Yo estaba aquí, esperando tranquilo... No fue como el balanceo suave de la hoja. Aún así se agradece salir de la monotonía de las piedras. La castaña me ha contado cómo nació de la flor, y cómo fue madurando hasta dejarse caer en mí. No tiene mucho que contar, tal vez cuando sea árbol...

Me sobreviene una duda: ¿las piedras duermen? Me apetecería dormir, para que pasara el tiempo más rápido, pero no estoy cansado ni tengo sueño. Será que las piedras no duermen...

Pues eso, que espero. Tengo toda la eternidad, porque las piedras no mueren...o eso creo. El caso es que espero algo, lo que sea, y ya me voy acostumbrando. No estoy impaciente o inquieta. No tiene sentido, tengo tiempo.

Poco a poco voy sintiendo algo. Es como si alguien se quejase o gruñese, pero no veo a nada ni nadie que pueda hacerlo. Sin embargo, sigue ahí, rodeándome. Y de pronto lo entiendo: es la Tierra la que se queja. Parece herida. Algo deben estar haciendo los hombres. Pero ellos no entienden el lenguaje de la Tierra. Y los animales tampoco. Como mucho saben interpretar las señales que esta vieja Tierra les deja. Sólo las piedras lo entienden. Es un lenguaje lento, suave y latente, un lenguaje paciente que sólo pueden entender quienes no tienen preocupación por el tiempo: las piedras...y algunos árboles.

Pues eso, que la Tierra llora, y se queja del hombre. Les dio lo mejor de ella para que prosperasen, y ahora la destruyen. No, no es justo. Pero los hombres no entienden el lenguaje de la Tierra, definitivamente no. Les preocupa mucho el tiempo, demasiado.

Les he visto, he vivido con y como ellos, he sido ELLOS. Se inventan horarios para levantarse, comer, trabajar, jugar, desayunar... Todo está cronometrado y no hay tiempo para la improvisación. Ser piedra es mejor, tienes todo el tiempo del mundo para pensar, relajarte, observar... y sobre todo comprender. Comprender el mundo y sus "porqués". Comprender el tiempo... por cierto ¿cuánto llevo así? La vegetación ha cambiado, ha crecido y ha muerto de nuevo. El río ha desgastado mi parte derecha y ahora tengo otra forma, como de judía. Deben de haber pasado bastantes años. ¡Sí, años! Será porque las piedras tenemos el pensamiento tan profundo, que vamos más lentas. Estamos acostumbradas a un ritmo mucho más lento, como tenemos tanto tiempo... Por ese ritmo tan lento los hombres no llegan a escucharnos ni a entender lo que pensamos. Porque al pensar, hacemos un murmullo en el que se oyen todas las divagaciones e ideas que tenemos. Pero no tienen tiempo. Ni siquiera tienen tiempo para ver cómo nos vamos transformando. No, no tienen tiempo. Pobres, siempre con prisas. ¡Incluso compran ese aparato que les despierta por las mañanas! Hasta parece que oigo uno...Oigo uno. ¡¡Un momento!! Vaya, es el mío. Me he despertado. Soy humano otra vez. Tengo prisa. Sin embargo... Espero.